Categoría: literatura

121

Por MARIA JOSE LOPEZ TAVANI

145 es para Violencia de Género. 143, violencia doméstica. 132, emergencias médicas. 128 para disturbios, que implicarán a la policía. 139, bomberos. 129 para maltratos de cualquier índole, cualquier tipo de invasión que atenté contra un ser humano: este número se destina a la Policía Especial de la Nación. 149, animales que están siendo maltratados, que están perdidos o bien, son encontrados. Este último número telefónico lleva apenas un mes. Costó marchas de variadas agrupaciones conseguirlo. Una vez llamé por un gatito negro que parecía perdido pero nunca pude comunicarme. Además, sólo hace referencia a los llamados “animales domésticos”. No existe comunicación para el peligro que viven los caballos, los cerditos, las vacas, las gallinas, los pollos y tantos más. 

No existe tampoco número para talas. Será que pocos saben que la selva Amazonia en, aproximadamente, diez años perdió una superficie igual a España. El inmenso y bondadoso pulmón verde. Será que no saben que los árboles transforman el Dióxido de Carbono en Oxígeno. Asimismo, pulmones en riesgo en este país. Nuestros pocos árboles se descubren en fortaleza y ternura, atrapados entre baldosas y ojos vendados. Las construcciones, novedosos edificios que, sin embargo, se parecen entre sí como monstruos de visión cuadrada, titanes de cemento y vidrio que crecen con hambre de casas bajas, típicas de barrio, aquellas donde limoneros o naranjos o enredaderas salpican respeto. 

Hace unos meses, el presidente del país inauguró una nueva línea: personas sospechosas de locura. Es el 121. 

Cada ciudadano llevamos nuestro número de Documento Nacional de Identidad detrás, en la espalda, a modo de una liviana chapa, sujetada a la ropa. Al igual que los barbijos es obligatorio cargar con ella. 

Liviana chapa en la espalda. Como una matrícula de automóvil inocente, aquel que amaga con la fuga necesaria cuando azules desquiciados son partidarios de gatillo fácil. No hay teléfono para ello. 

Frente a cualquier conflicto basta con que el individuo llame al nro. correspondiente. 

Quienes saludan al sol. Quienes bailan con sutilidad a la luna. Quienes abrazan a los  árboles. Quienes buscan que la hojas de las plantas reciban su tacto, para sentir suavidad o aspereza. Quienes huelen flores. Quienes hablan con hermanos que viven recogiendo cartones. Quienes cantan por la calle. Quienes sonríen abundante. Quienes contemplan el cielo nocturno e intentan encontrar al rojizo Marte. Quienes dejan pasar primero a las palomas. Quienes saludan a las mariposas. Quienes toman panaderos y piden sus tres deseos. 

Quienes el asombro jamás les permite la indiferencia. 

Me informaron que cincuenta y nueve personas llamaron durante una semana. 

No son neuropsiquiatricos. Les llaman: Centros de Recuperación Randle Patrick McMurphy.

Las paredes celestes, gastadas, parecen observarnos con mil ojos. Pacientes que caminamos entre Gorgonas llamadas cintas de contención, que si es necesario te petrifican a la cama. Pichicatas cuando la bronca o el dolor atraviesan como lanza en las costillas. Pero no brota sangre y agua de vida, como en Jesús. Nos conducen a mayor encierro. Necesidad filosa de llamar a residentes, que poco saben pero grandes en su gesto de escucharnos.

Apretar los dientes. 

Un salón amplio para talleres, donde nadie asiste. Salvo el de Poesía, comandado por un poeta llamado Gaucho, quien hace Servicio, pues sabe que nuestro derecho es también volar y que el Centro de Detención Randle Patrick McMurphy huele a injusticia y destierro. Y nos hace volar, cuando olvidamos que las sospechas son un humo rancio, un resultado de lluvia ácida, cuyos compuestos son hombres -en su mayoría- que no saben volar ni zambullirse, cuando Poseidón los espera en la invitación de conocer sirenas y sirenos. El salón amplio y celeste también promueve las comidas y meriendas. Numerosos dibujos sobre la ausencia de espejos y las promesas de salida. 

Alrededor de las nueve, la enferma de turno grita: medicación. Yo sueño con que grite meditación. Sueños tan efímeros como una rosa asesinada, lista a perder pétalos y magia.  

Habitaciones con seis camas. Hombres y mujeres se dividen en dos sectores diferentes, respecto de los cuartos. Eso no impide que los sospechosos de locura nos arrullemos en amistades. Historias de telenovela. Donde cada beso y abrazo son siembra fértil. Y cuando soy espectadora de ese beso y ese abrazo siento que todo valió la pena. Porque, a fin de cuentas, además, todo vale la alegría.  

(C) 2022 Maria Jose Lopez Tavani

FOTOGRAFIA F.A.CHIROLEU. «STREET ART» EN ONCE

MARIA JOSE LOPEZ TAVANI

MARIA JOSE LOPEZ TAVANI- SELFIE

Nació en Buenos Aires, en 1985. Es poeta y cuentista. También tarotista -aperturas y enseñanza-, aprendiz de Astrología y el I CHING. Facilitadora en Técnicas Gestálticas -formación con discípulos de Nana, Dra. Adriana Schnake-. Su obra ha sido integrada en antologías y espacios digitales. Su primer libro de poesía ha sido publicado por la Asociación Civil Poesía Viva, libro llamado lalunaescondida -2018-. Más tarde, Péndulo -poesía y cuentos, 2019- fue publicado por la editorial Casa Varsovia al igual que Godzilla en mi oído -cuentos, 2021-. Gestiona seis blogs de su autoría -poesía, poesía erótica, narrativa, autoconocimiento, labores esotéricas, diseño autodidacta a la gorra- siendo: lasplumasbuenosaires.blogspot.com, su blog madre. Allí se encuentran sus libros digitales: Yegua -2007-; Otoño sobre la Tierra -2009-; ¿Y qué te dijo? -2009-; Las fugas del Sol -2010-; Pachamama, canto -2011-; Facsímil: Antidomingo -2011- y Cavado profundo -2014-. Próximamente: Facsímil 17551, por Casa Varsovia.

Aries, Ascendente Aries, Luna Sagitario. Stelliums en VIII y XII.

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BUITRES

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a la memoria del fotógrafo Kevin Carter (1960-1994)

 

 

Kevin Carter enfocó con cuidado / el buitre no podía haber sido más oportuno. / Era un bicho enorme / precioso / bien alimentado / como un buitre africano.

Gotas de sudor corrían por la frente de Kevin / el calor distorsionaba la imagen / todo era un espejismo / ese olor a tierra sucia. / Sudán 1993/ el teleobjetivo aplasta la imagen / todo parece cercano / hasta el buitre parece cerca del niño Kong Nyong / el niño famoso que todos dieron por muerto / pero el chivo de la boda fue Kevin / le hicieron pagar caro su premio / hasta mataron a su amigo en Johannesburgo. /Kevin espero un instante que el buitre abriera sus alas / era mejor para el encuadre / no había riesgos para el niño ocupado en vaciar sus raquíticos intestinos / años después cuando el monóxido de carbono invadía sus pulmones tal vez Kevin recordó ese instante.

El buitre estaba bien alimentado / podía esperar / el niño había estirado al máximo esa espera / y Kevin ya no podía esperar mas / disparó su cámara varias veces y se fue en el avión que traía “ayuda humanitaria” / después de todo, él solo era un fotógrafo.

Después todo es historia / esa foto ganó un premio / y Kevin se ganó el odio del mundo / hambre y desnutrición siguieron siendo los amos de la vida y la muerte en la tierra de los diamantes y el coltán.

No hubo un buitre para el triste final de Kevin / ni testigos privilegiados / ni siquiera un poco de piedad.

Kevin no conoció al corresponsal de guerra argentino Ignacio Ezcurra, asesinado en Vietnam por la CIA / por comprometerse demasiado. Kevin no conoció a Ezcurra, tal vez lo esté buscando. / Sería bueno que en el momento en que se encuentren / haya mucho, pero mucho whisky.

 

 

© Francisco Alberto Chiroleu

de “Ceremonias” Ediciones Vela al Viento (2016)

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EL ARTE/ESCRIBIR –

“La poesía, escribió Giambattista Vico, es un lenguaje de infancia.
Así es, a condición de agregar que, para llegar a él, hace falta una vida entera”.
María Negroni,
escritora argentina.

 

Crecí en una casa con una biblioteca que cubría dos paredes. Sus anaqueles más altos estaban reservados a los textos de criminología que acumulara un abuelo materno penalista que además poetizó viñetas de su ciudad de residencia y noveló las penurias del peón mensual. Los estantes intermedios se repartían entre la profesión médica de mi padre y su ya mencionada vocación por el arte. El espacio inferior se rellenaba con enciclopedias y libros de texto míos y de mi hermana. Los de magisterio de mi madre se intercalaban entre los demás siguiendo un orden aleatorio. Los últimos en anidar en aquel vasto universo de tan variados saberes fueron los textos subversivos en boga durante mis años mozos, en estado de constante alerta entre sus pares. Aquel fue mi temprano portal al Olimpo, al País de Hoz, y a la Tierra sin Mal.

EL NAVEGADOR ANALÓGICO

Ese joven que fui, integrante de una generación sobreestimulada (que, aunque no fue la multimedial de ahora, coleccionó los fascículos semanales de la Editorial Códex), alguna vez conoció la mejor lírica mundial gracias a los llamados “cantautores”, muchos de los cuales se dedicaron a musicar poetas como Pablo Neruda (Víctor Heredia), José Martí y Nicolás Guillén (Pablo Milanés), César Vallejo (Noel Nicola), Antonio Machado y Miguel Hernández (Joan Manuel Serrat), Georges Brassens (Claudina y Alberto Gambino), Nazim Hikmet (Dina Rot), en su mayoría, las más altas voces hispanoamericanas (Paco Ibañez)
Siempre me asistió una enorme curiosidad. Así, el trovador catalán de Poble Sec me condujo a descubrir el movimiento antifranquista de Els Sept Judges (Raimón, Lluis Llach, Ovidi Montllor, Pi de la Serna, Pere Quart) Por esa vía llegué a la sublime poesía de Joan Salvat Papasseit, Salvador Espriú, Joan Timoneda, Miquel Costa I Llobera. Y gracias a Lluis Llach leí a Konstantin Kavaffis.
Lo propio ocurrió tras las huellas del cancionista galo que anhelaba ser enterrado en la playa de Sette. Su background era la Nueva Canción Francesa (Jacques Brel, Leo Ferré, Jean Ferrat) Pero también Boris Vian. Y para verlo – además de escucharlo – descubrí el filme «Puerta de Lilas» y a René Clair.
Aquel afán de investigación, lejos de abandonarme, se potencia a diario en la era digital.

LA SOCIEDAD DE MIS POETAS VIVOS

Con el tiempo tuve la oportunidad de conocer personalmente a talentosos bardos. No me extraña por ende que – aun habiendo incursionado en el ensayo y la narrativa – mi más fuerte vocación literaria fuera la poesía.
A mediados de los 80s, en una presentación del libro “La Noche de los Lápices” celebrada en el Centro Cultural General San Martin de la capital argentina, mi amiga Mónica Tobin me presentó al gran Julio Huasi, muy abatido por entonces debido a la paulatina sanción de leyes de impunidad, circunstancia que más adelante lo llevaría a quitarse la vida. La mujer que nos conectó me contaría al cabo de un tiempo que el autor de “Asesinaciones”, “Matria Mía Azul” y “Comparancias” había considerado proponerme ser albaceas de su obra.
Inaugurando la década siguiente tuve la suerte de tratar al entrañable Alberto Vanasco, quien a propósito del obsequio de uno de mis poemarios, llegó a expresarme “Estuve sin dormir hasta las dos de la madrugada leyendo y releyendo tu libro. Estás allí tan presente como si te viera hablando y gesticulando. Gracias por mandármelo. No puedo decirte si tus textos tienen algo que ver directamente con la poesía pero estoy seguro que la poesía del futuro irá por esos mismos carriles” (Octubre 1990) Contrariando al maccartismo vigente, también tuvo el noble gesto de enviarme un libro suyo dedicado al jefe de los Montoneros, preso por entonces en la cárcel de Villa Devoto.
Durante la segunda mitad de la misma década, el cantautor Alberto Zapata me acercó al inimitable Armando Tejada Gómez, con quien llegué a corear las estrofas de su “Canción con todos”. Según refirió una de sus hijas, en la mesa de luz del hospital donde falleció encontraron mi antología “Poemágicos”.
Y despuntaba el Siglo XXI cuando, en tanto Director de RRPP de la Sociedad Argentina de Escritores, intimé con Juan Jacobo Bajarlía, quien en un bar aledaño a su buffet de la calle Cerrito me estremeció relatando su clandestino romance con la gigantesca Alejandra Pizarnik. A su vez, me dedicó un poemita – que aún conservo – referido al narrador Haroldo Conti, detenido-desaparecido por la última dictadura:

Un día entraron.
Eran cinco aparecidos llegados del infierno
con el olvido a cuestas
y la voz en los puños.
Las paredes se humedecieron de llanto,
de finas garras de sangre,
de flores negras que brotaban
impregnadas de fuego.
Las tinieblas jugaban al destino en la cabeza
de los cinco aparecidos.
“¿Porqué me llevan?”
Proyectiles de silencio,
el terror que vomitaban los ojos,
la memoria olvidada en el gatillo.
Lo vieron
cuando las itakas enceguecían las ventanas,
cuando el desierto se hundía en la voz
Bajo el hielo que medía la distancia.
La luz se hacía violeta,
ennegrecía la mirada de los cinco aparecidos.
“¿Porqué me llevan?”
Las estrellas dormían en los tejados.

También tuve la fortuna de intimar con otras altísimas voces nacionales, como Alfredo Carlino, Atilio Jorge Castelpoggi, y Vicente Zito Lema.
De lleno en el Tercer Milenio, con una decena de títulos publicados entre 1985 y 2007, sin mercado editorial para la poesía ni chance de trascender con ediciones en papel un círculo de medio centenar de lectores, comparto mi producción anual en la red de redes.

FISIOLOGÍA DE LA CREACIÓN LITERARIA
(O CONJETURAS SOBRE LA INEXISTENCIA DE LAS MUSAS)

Como ocurre con la mayoría de los escritores noveles, mis primeros textos veían la luz sin filtro alguno. Así, intrascendentes repentismos adquirían relativo estado público exponiéndome a hacer el ridículo ante los entendidos. Estoy seguro que de cada antología de medio centenar de poemas podría extraerse un puñadito digno de publicarse, no mayor a media docena. De tal modo, me haría justicia contar con un solo y decoroso poemario mostrable. Pero ya es tarde.
Valiosos colegas me califican como “poeta militante”. Suponiendo que me cupiese la primer y honrosa condición, confieso que al menos no procuré hacerme acreedor a la segunda. Tan sólo me hago cargo de pertenecer a una generación condicionada por dos grandes opciones: O hippie o guerrillero. Así como alguna vez las letras nacionales se polarizaron entre Florida y Boedo, a los hijos del rock nos tocó elegir entre Spinetta o Gieco. Y yo me forjé en un hogar politizado. No obstante, como le gustaba citar a mi padre a coro con los griegos, “nada de lo humano me es ajeno”.
A esta altura de la vida corrijo cada vez más y escribo cada vez menos. Exclusivamente cuando no hacerlo me resulta insoportable. Muy a mi pesar, coincido con Pichón Riviere acerca de que los sentimientos de pérdida suelen ser los de mayor exaltación creativa. Leo y releo cada texto. Me empeño en preservar al lector eventual de cualquier
intimidad irrelevante capaz de brotar emocionada y apagarse al poco tiempo. Crezco en paciencia para ajustar la cadencia de un texto, dar caza al sustantivo más esquivo.
Al cabo, escribir es una lucha contra lo imposible: Recuperar un instante primigenio de la vida, echar una mirada arqueológica bajo la mesa de nuestro primer comedor diario en procura del remoto pictograma de una hermana ausente, volver a experimentar la infancia como Patria de la Dicha. Lo trascendente se escribe develando jeroglíficos de ensueño con una lapicera que se va quedando sin tinta.
Una línea incapaz de iluminar aunque débilmente al mundo no merece tomar estado público.

JORGE FALCONE

 

CAPITULO DE:»DECLARACION JURADA» DE JORGE FALCONE

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EL PREMIO

teatro vacio

La marquesina iluminada del teatro auguraba una velada brillante.
La avenida desbordaba de vehículos. Rápidamente los taxis dejaban sus pasajeros en la vereda
Lo habían convocado temprano . Se acercó e intentó asomarse a la boletería, sufriendo innumerables apretujones .Con los codos se abrió paso entre una horda de señoras con olores a desodorantes baratos y a perfumes de ocasión, que se disputaban la permanencia en el vestíbulo.
Hombres con trajes arrugados y pasados de moda estaban junto a ellas. Cuando llegaba algún famoso ,empezaban los cuchicheos y gritos histéricos y las fotos junto al elegido.
Consiguió una entrada invocando su condición de premiado y lo mandaron a la última fila en el lado derecho.
Poco a poco se desarrolló la ceremonia. Llamaban por tandas. Cada galardonado tenía su grupo de amigos que lo vivaban , aplaudían a rabiar y se levantaban de las butacas cuando su héroe bajaba del escenario.
Así fue toda la noche. Cuando escucho su nombre , una promotora apurada le indicó que subiera al escenario. Se cruzó con los presentadores y los músicos que se movían raudos hacia la calle
La chica señaló un pasillo lateral y una cortina.
Tras esa cortina estaban sus 5 segundos de fama.
Cuando salió lo único que vió fue el galardón de acrílico sobre una mesita, mientras tanto la sala estaba completamente vacìa.
Le gritaron que tomara el premio que tenían que cerrar.
Cuando lo hizo, lo levantó repitiendo el gesto que había visto hacer tantas veces esa noche.
Lo levantó imaginando una ovación,algún aplauso.
En ese momento el cenital parpadeó y los demás reflectores fueron apagandose uno tras otro….

© Francisco Alberto Chiroleu

NON PLUS ULTRA

cementerio andinistas

El viento helado
trae
día tras dia
rumores de muerte
Como un mundo
que se desborda a si mismo
el santuario espera.
Amarrado a las piedras
el hijo de Dios se sacude
angustiosamente
Los alambres que sujetan su cruz
rechinan crípticos mensajes
La naturaleza
golpea las losas
La ronda de las estaciones
va dejando huellas terrestres
Sin fotos ni señales
quedan nombres y fechas .
Inmutables referencias
de la altura alcanzada
El recinto transmite
desaliento y tristeza
Tanta juventud olvidada
debajo de esas rocas…

Allí cerca

esta la cima

Llegar significa

que otra cima

más alta

está esperando.

Cementerio de los Andinistas
Mendoza- Argentina- Planeta Tierra

cementerio andinistas 2(c) Francisco A. Chiroleu

(2016) de «Ceremonias»